Lavar oro

Por:  Julie Ackerman Link
 -----------------------------------
… sometida a prueba vuestra fe,
[es] mucho más preciosa que el oro…
—1 Pedro 1:7
----------------------------------- 

Mientras estábamos de vacaciones en Alaska, visitamos la mina de oro El Dorado, cerca de Fairbanks. Después de recorrer el lugar y ver algunas técnicas de minería de la época de la Fiebre del Oro, pudimos lavar un poco de este precioso mineral. Nos dieron a cada uno un recipiente y una bolsa con tierra y piedras. Después de poner el contenido en la batea, agregamos agua y lo movíamos en círculos para que se desprendiera el cieno, y el oro, que es pesado, se depositara en el fondo. Aunque habíamos visto trabajar a expertos, no tuvimos buenos resultados. ¿Por qué razón? Preocupados por la posibilidad de desperdiciar algo de valor, no queríamos desechar las piedras que no valían nada.

Esto me recuerda que, a veces, las posesiones nos impiden descubrir lo realmente valioso. Jesús tuvo un encuentro con un hombre rico a quien le ocurrió esto. Su riqueza terrenal le importaba más que su tesoro espiritual (Lucas 18:18-30). El Señor le dijo: «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!» (v. 24).

Aunque el dinero no es malo, puede impedir que heredemos riquezas verdaderas si el acumularlo es nuestra meta en la vida. Acopiar riquezas es insensato porque la fe genuina, no el oro, es lo que nos sostendrá en las pruebas y dará como resultado alabanza, honra y gloria a Dios (1 Pedro 1:7).



Mantén la mirada en Jesús para que los tesoros terrenales no te hagan perder de vista las riquezas espirituales.

Tomado de:  Ministerio RBD >> Ingresar 


 

Sin recompensa



Por: Philip Yancey

La mayoría de nosotros espera que los amigos y los colegas nos recompensen: una palmada en el hombro, una medalla de héroe, un aplauso, un elogio sincero. Pero, según Jesús, las recompensas más importantes llegan después de la muerte. Es posible que las acciones más significativas de todas se hagan en secreto y que Dios sea el único que las vea. En pocas palabras, el mensaje del reino es este: Vive para Dios y no para los demás.

Jesús explicó que estamos acumulando una especie de cuenta de ahorros, guardando «tesoros en el cielo» (Mateo 6:20) y no en la tierra; tesoros tan extraordinarios que compensarán todo sufrimiento. El Antiguo Testamento ha dejado unos pocos indicios sobre la vida después de la muerte, pero Jesús habló claramente de un lugar donde «los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre» (Mateo 13:43).

En su búsqueda de un reino, los judíos de la época de Jesús habían estado tratando de encontrar señales de la aprobación divina en esta vida; en especial, mediante la prosperidad y el poder político. Al principio de su discurso, el Señor cambió el enfoque hacia la vida venidera (cap. 6). Descartó el éxito en este mundo visible y alertó a invertir en la vida futura. Después de todo, el óxido, un ladrón o un pequeño insecto pueden destruir todo lo que acumulamos (v. 20).



La recompensa en la eternidad no depende del reconocimiento terrenal.

Tomado de:  Ministerio RBD >> Ingresar


YO CREO




En un mundo donde las personas han dejado de creer en la vida, en el matrimonio, en el verdadero amor, en la paz, en la restauración, en fin, un mundo donde jóvenes, niños y adultos buscan algo en qué y en quién creer, nosotros podemos decir: YO CREO…

Una campaña sencilla, pero de poder en su declaración, porque la afirmación se complementa en una frase que ha sido real en nuestra vida:
YO CREO… en el amor de Dios
YO CREO… en el perdón de mis pecados
YO CREO… en Jesucristo como Dios y mi Salvador






… y así, poco apoco iremos tratando de hacer visible en diferentes lugares, con diferentes soportes, con diferentes diseños… para que todo aquel que en Él CREA, no se pierda más tenga vida eterna.


Siempre

… estaremos siempre con el Señor.
Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
 - 1 Tesalonicenses 4:17-18

Me encantan las palabras siempre y nunca. ¡Contienen tanta esperanza! Me gustaría pensar que podría ser feliz siempre y que la vida nunca va a decepcionarme. Pero la realidad dice que no siempre seré feliz y que las cosas que espero que nunca sucedan tal vez ocurran. Entonces, por más buenas que suenen estas palabras, luchan por lograr su máximo potencial… a menos que uno piense en la promesa de la presencia de Jesús.

A un grupo de discípulos preocupados que temían enfrentarse solos a la vida, Jesús les dijo: «yo estoy con vosotros todos los días» (Mateo 28:20). El escritor de Hebreos nos recuerda que el Señor también declaró: «No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré» (Hebreos 13:5-6). Y el apóstol Pablo les asegura a los creyentes que, después de la muerte: «estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4:17). ¡Qué alentador!

Independientemente de lo tenebroso que pueda parecer hoy nuestro camino o de lo desesperanzado que veamos nuestro futuro, la certeza de la presencia permanente de Dios puede brindarnos el coraje y el consuelo para seguir adelante. Y lo mejor de todo es que, cuando esta corta vida se termine, estaremos siempre con Él. Con razón, Pablo nos exhorta: «Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras» (v. 18).

                       La confianza de la presencia de Dios nos consuela.


        
Por: Joe Stowell   /  Tomado de Ministerio RBC > http://rbclatino.org/